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Mitos sobre las vacunas: lo que necesitas saber

A pesar de los enormes beneficios que las vacunas han traído a la salud pública, aún existen muchos mitos y desinformación sobre su seguridad y efectividad. Aquí te aclaramos algunos de los mitos más comunes para que puedas tomar decisiones informadas sobre tu salud.

Mito 1: Las vacunas causan autismo

Este mito se originó en 1998 cuando Andrew Wakefield presentó una investigación preliminar, publicada en la prestigiosa revista científica The Lancet, en la que decía que doce niños vacunados habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave. En este trabajo, los autores sugerían que esto se debía a que los niños habían sido vacunados contra el sarampión. Numerosos estudios rigurosos han demostrado que no existe ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Pero, además, en 2004 se descubrió que en 2004 se descubrió que antes de la publicación de su artículo en The Lancet, Wakefield había pedido la patente para una vacuna contra el sarampión que competiría con la que decía que habían recibido los niños, es decir, él mismo tenía intereses económicos ocultos para difundir esta información errónea. Además, uno de los coautores confirmó que 1 de los 12 niños no tenía presencia del virus en su interior y que habían ocultado intencionadamente este dado para no perjudicar lo resultados estadísticos de su estudio, demostrando que se trataba de un fraude y no solo de un error en investigación.

Mito 2: Las vacunas contienen ingredientes peligrosos

Algunas personas creen que los conservantes o aditivos en las vacunas son dañinos. Sin embargo, todos los ingredientes de las vacunas han sido evaluados para garantizar que son seguros en las cantidades utilizadas. Componentes como el timerosal o el aluminio, presentes en mínimas dosis, cumplen funciones específicas y no representan riesgo para la salud. La evaluación de los ingredientes de las vacunas se realiza por parte de científicos independientes, que trabajan para las agencias evaluadoras competentes (la AEMPS en el caso de España) y que no pueden recibir ningún tipo de financiación por parte de la industria farmacéutica.

Mito 3: Es mejor adquirir inmunidad de forma natural

Algunas personas prefieren exponerse a la enfermedad en lugar de vacunarse, creyendo que la inmunidad «natural» es más efectiva. Aunque la infección puede dar inmunidad, los riesgos de complicaciones graves son mucho mayores en enfermedades como el sarampión o la gripe. Las vacunas permiten adquirir inmunidad de forma segura y controlada, sin exponer a la persona a los peligros de la enfermedad. Esto se debe a que no se inyecta el agente infeccioso vivo, sino trozos de este, versiones muertas o atenuadas o instrucciones para que nuestro sistema inmune fabrique algunas de sus moléculas y aprende a reconocerlas.

Mito 4: Las vacunas no son necesarias si la enfermedad está controlada

Gracias a la vacunación, muchas enfermedades han disminuido, pero esto no significa que hayan desaparecido. Dejar de vacunarse puede causar rebrotes, como ha ocurrido con el sarampión en algunas regiones. La inmunización colectiva ayuda a proteger a quienes no pueden vacunarse, como bebés y personas inmunocomprometidas.

Desmontar estos mitos es esencial para mantenernos protegidos y contribuir a la salud pública. Las vacunas son una de las herramientas más efectivas y seguras que tenemos para prevenir enfermedades.